Si algo tiene la sociedad actual, es la curiosa cualidad de hacer de cualquier cosa natural el mayor embrollo del mundo. Durante siglos, las relaciones hombre-mujer tenían ciertas reglas que todos aceptaban por válidas, y aunque por supuesto evolucionaban y cambiaban a través del tiempo, nadie se cuestionaba su existencia: las cosas eran así porque eran, y punto.
Claro está, esto no puede ir más en contra del pensamiento filosófico, conformarse con lo que hay establecido; pero indudablemente te soluciona mucho la vida, sin hacerte preguntas que, en ocasiones, no tiene respuesta y no hacen más que complicarlo todo. Por ejemplo, esa costumbre que hemos adquirido en la Edad Moderna, de cuestionarse las relaciones de pareja y el papel de la mujer en ellas, y no sólo en ellas: ya que estamos, y gracias a activistas y feministas, en el mundo entero.
Que nadie crea que soy un machista y me dedico a echar por tierra a todas aquellas grandes mujeres que han luchado por la igualdad y la libertad femeninas. Las alabo profundamente, pero por otro lado no dejo de preguntarme por qué han querido enredar tanto con el papel que la mujer ha tenido tradicionalmente en la historia: hija, esposa, madre y alma del hogar. Quizá para la mujer moderna eso ya no sea suficiente, pero seguro que en su momento, fueron muchas las que no quisieron unirse a la lucha por acabar con esos roles que la sociedad les había dado. Porque, digo yo, que algún sentido tendrían en su momento.
Pero el feminismo no es el quid de la cuestión de este post. Fijaos que en el título he hablado de «chicas», y no de mujeres. ¿Y por qué? Porque considero que, si a una mujer ya le resulta difícil buscar su papel en pareja, uniendo en su persona lo que debería ser, lo que querría ser o lo que se supone que tendría que ser, imaginaos lo que puede ser para una jovencita, que recién empieza sus relaciones con el sexo opuesto. El cacao mental debe ser impresionante, y sospecho que muchas de ellas van a la aventura, más perdidas que el barco del arroz, como dicen en mi pueblo, jeje.
Libros de autoayuda, conferencias de psicólogas, mítines feministas y, sobre todo, miles de artículos en la red hablando de las relaciones de pareja, a punto de crear una nueva rama de la filosofía. Todo analizado al detalle, con meticulosidad, hablando todo el rato de las parámetros que se dan entre un hombre y una mujer y cómo afectan a unos y a otros. ¿Quién puede aclararse con semejante despliegue de información? Desde luego no una chica joven, pero os digo más: si alguno de esos artículos van dirigidos a los hombres, tampoco cumplen su objetivo, y es por una razón bien sencilla.
La razón es: las mujeres son un misterio, señores, y todo empieza cuando son chicas. La mente masculina nunca será capaz de descifrar la suya, mezcla de pensamiento, raciocinio y mucho de sentimiento; y lo único bueno de todo esto, es que los amantes de la filosofía ya tenemos objetivo para el próximo millón de años.